sábado, enero 21

Microcuento

Un resplandeciente rojo

Se despertó abruptamente. Comenzó a caminar, completamente desnudo. La vulnerabilidad humana en su grado máximo. La sublime belleza de lo carnal. Parecía serpentear entre las sombras, como si cada oscuridad sobre su cuerpo fuese a herirlo, a atravesarlo. Brillaba intensamente, con un fulgor digno de aquellas cosas divinas. Riguroso y solemne en su andar, parecía no querer hacer ruido; esperando, de alguna manera, levitar. Era temprano. Temprano cuando el frío está en su punto más alto, cuando puedes olerlo, cuando se torna un ente inmerso en la oscuridad. Pero él parece no sentirlo ni olerlo, como si nada le afectase. Mientras su figura erguida allí, cual ofrenda ante los dioses, impecable, impoluta; la sangre de su amada, brilla a sus pies, como si quisiera escalar por sus piernas para luego abrazarlo y besarlo con esa pasión que sólo la sangre posee. Más allá, un brazo yace lánguido sobre el suelo, clamando por algo de calor, tratando de aferrarse a la superficie para no ser devorado por el olvido. Él, contempla apaciblemente la escena, sin apuro. Y mientras las piernas de su amada parecen aún moverse, un ruido ensordecedor. Su sangre lo mancha todo de un deslumbrante rojo pocas veces visto.

Cristian Rodriguez Diaz


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