jueves, abril 27

Uno.

La verdad es que nunca me importó mucho lo que pasaba en la vida de Tomas Valdés. De hecho nunca me llamó la atención. No eramos grandes amigos, a veces nos topabamos en algun bar, y con un leve saludo desinteresado bastaba. Creo que alguna vez se acerco a saludar a unas compañeras de trabajo que me habian acompañado a beber en el bar de Mario. Creo que esa fue la primera vez que nos saludamos. Puede haber sido antes, pero mi seria adicción al alcohol y a las bezodiazepinas me impide recordar algunos eventos. Su saludo fue meramente de cortesía. Cosa, que a veces no pasa.
Muchas veces la gente que llega tu mesa, a saludar a los demas comesales, no te saluda. Mario, el dueño del bar, era un viejo y gran amigo que hoy por hoy, habia dejado de acompañarme en nuestras juergas y se habia dedicado a hacer de su estilo de vida, un negocio. Inteligente -pensé yo- cuando me comunicó sus intenciones de abrir un bar. No había que ser muy brillante para suponer que yo me iba a transformar en uno de sus principales clientes y, ademas, un gran promotor. Veiamos todos los partidos de fútbol que hubiesen, bueno, los que yo podía ver, debido a mi trabajo en la Universidad, pero cada vez que nos sentabamos a ver algun partido, terminabamos muy ebrios, Mario dejaba el bar encargado a uno de sus empleados y nosotros no dedicabamos a beber. Nada importaba, y hablamos de todo. Memorables son las imágenes de Mario sentado en una silla dándome indicaciones de como tenía que acomodar la bombilla en su boca para que él siguiese bebiendo, ya que con sus manos era incapaz de sostener el vaso. Teniamos un caledario marcado con todas las fechas de los partidos y los dias en que yo tenia tiempo para entregarme a al alcohol. Nunca supimos el resultado de un encuentro futbolístico. Siempre nos enterambamos luego, al dia siguiene, por los noticieros.

No hay comentarios.: